martes, 4 de diciembre de 2012

CARTA A MARIA

Querida Maria:

Te escribo esta carta, aún sabiendo que no la vas a leer.
Solo pretendo que me perdones. Me he rehabilitado.
Unos meses después de que te fueses, comencé una terapia. Se que me dijiste que lo hiciese durante años, pero no lo veía.
Recuerdo como al poco tiempo de casarnos comencé a tener celos de tus amigos, tus compañeros de trabajo... Poco a poco, de todos. La verdad es que tenía miedo de que me abandonaras. Por eso empecé a quitarte libertad.
Reconozco que me jodia mucho que fueses mas inteligente que yo. Por eso te menospreciaba en público, intentando que los demás no lo viesen. Tu familia se interponía en mis planes, por eso aunque me costó, conseguí aislarte poco a poco de todos ellos.
Recuerdo, como me ponía celoso y te insultaba. Tu reacción gimoteante me sacaba de quicio. Por eso te pegaba.
Días después, me daba cuenta de que me había exaltado y asumía parte de mi culpa. Tú me querías demasiado. Habías empezado a depender de mí, y por eso todo se volvía a repetir.
Hasta aquella noche de hace un año. Salí pronto del trabajo, llegué a casa y ya tenías las maletas preparadas. Tuviste el coraje de hacerme frente. Sabes que yo en aquel entonces no podía permitírtelo.
El psicólogo de la prisión dice que se me pasará, pero la verdad es que te hecho de menos.

Hoy hace un año de tu muerte.
Hoy hace un año que perdí el control.



Gracias a Dios no todos los días  tenemos que lamentar la muerte de una mujer a manos de un tipo que alegará locura transitoria.
De un “individuo”, (porque no quiero calificarlo ni de persona) al que sus vecinos calificarán de trabajador y padre recto y modélico.
Se oirán frases tales como “No puedo creer que haya echo eso” “Tenían discusiones, pero como todo el mundo”
Incluso algún otro “individuo”, exclamará en medio de un bar “Algo le haría”. Y el mal nacido se quedará tan ancho mientras sus amigotes le ríen las gracias entre cerveza y cerveza.
No seamos fariseos. Está claro que en todas las casas se cuecen habas, y es muy fácil para nosotros dejarlo todo en manos de la administración y las asociaciones.
Pero, yo personalmente, pienso que ya es hora de que todos comencemos a poner nuestro grano de arena.
Que no desaparezcan de forma milagrosa los testigos cuando una mujer ha sido golpeada brutalmente y tiene que ser trasladada para ser ingresada llena de moratones o de sangre.
Que a los vecinos no les entre sordera selectiva cuando “el tipo” está destrozando la casa.
Que no se oiga eso de “Si ella no denuncia, por algo será”
Porque la respuesta es muy simple. Está acojonada y sometida.
No tenemos porqué llegar a leer cartas como ésta. En éste caso es producto de la imaginación del autor, pero hay cientos verdaderas.
Intervengamos en la primera fase, cuando nuestra amiga nos cuenta que su marido o novio la grita. O cuando nos cuentan la primera discusión en la que han llegado a las manos.
Existen mil posibilidades para ayudar, tan simples como escuchar en vez de oír. No dejemos que al fin tenga que actuar la administración en forma de Juez, Policía o Forense.
Intentémoslo día a día con medidas preventivas, porque no podemos olvidar que el triunfote una guerra ganada, no es ni mas ni menos que la superación de muchas batallas.

El autor ficticio de la carta tiene derecho al arrepentimiento.
Junto a Maria, fueron enterrados todos sus derechos.

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